Muchas veces
caminamos por la vida procurando que las cosas salgan bien, quizá mejor que en
nuestros planes. Ya saben nos despertamos temprano, nos bañamos, nos aprendemos
ese chiste que nos hará únicos en la plática y nos peinamos de divertidas
formas. Sin embargo poco antes de salir de nuestra casa o peor aún al regresar
descubrimos que algo se ha extraviado. Ese objeto que nos permite decir hogar,
dulce y seguro hogar… claro nos referimos a las llaves. ¿Cuántas veces no nos
ocurrió que perdimos las llaves y llegamos tarde al cine, día de campo o a esa
clase de piano tan esperada? Nuestro amigo Martín Corona recientemente tuvo
este problema y lo que hizo fue escribirnos un relato ameno y reflexivo que hoy
te lo compartimos. Recuerda escuchar Juglaria Radio a las 7:00 hrs los sábados
y verlo los lunes o los viernes a las 16 hrs en Puebla TV.
Perdimos las
llaves de la casa.
Cuando nos entregaron la casa que rentamos, ella puso a la llave un enorme montón de "colguijes" que incluían un par de cascabeles que a mí me molestaban demasiado: "me siento como un gato derrotado por ratones... haciendo ruido por todos lados". Le dejamos entonces un muñequito amarillo.
Por la mañana llegó la señora que nos ayuda con el aseo y le dejamos las llaves antes de ir a trabajar. Fue un lindo día, vimos a nuestra querida amiga trabajando con los chicos hospitalizados y nos reímos con ellos haciendo malabares y números de comedia con una pisquita de cuentos.
En la tarde nos llamó por teléfono la señora: "no están las llaves por ninguna parte, seguro se las llevaron". Volvimos lo más rápido posible, pero ya era de noche. La casa se quedó abierta dentro del habitacional, por fortuna nada pasó.
Buscamos en todos los rincones, entre la ropa descolgada hallamos juguetes y peines que no correspondían a su sitio y comenzamos a tener esperanza. Pero después de una hora de revisar cada sitio una y otra vez, de abrir maletas, de husmear tras de los libros, de sacar los juguetes de malabar, de buscar en toda la casa, de mover los muebles, de vaciar nuestras mochilas y bolsos, de buscar en cada rincón del auto, de hallar incluso al pequeñísimo perrito de Playmobil perdido, comenzamos a darnos por vencidos.
La señora trae a su nene de año y medio que juega, tira y jala todo. Así que la frase fue: "seguro que andan por aquí, seguro que aparecerán, pero quién sabe cuándo y cómo". Ya me veía mañana, antes de salir a Veracruz, ir por el cerrajero, pagarle otra chapa para poder irnos.
Entonces se me ocurrió que nos faltaba buscar en el pequeño patio. En la bolsa de basura por reciclar, entre las cajas, en el agujero del bajante del lavadero que estaba tapado con una piedra, para evitar que salieron roedores... quité la piedra y por curiosidad me asomé con la luz del celular y ahí las vi, entre restos de cloro y detergente para lavadora. Con un alambre las logré sacar casi dos horas después.
Mientras, ella me recordaba la importancia de tener un buen llavero. Y bueno, ahora a descansar un día largo, con la calma de quien ha encontrado las llaves perdidas y lleva un cascabel cálido y ruidoso dentro de sí.
En Puebla Niños
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